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Bohoyo es un municipio abulense enclavado en la comarca de El Barco de Ávila, en el valle del rio Tormes aguas arriba de la villa barcense. Ocupa una extensión de 72,91 kilómetros cuadrados de la vertiente septentrional de la sierra de Gredos. Su tierra se descuelga en brusca pendiente desde una altitud de más de dos mil metros hasta el cauce del río, que fluye de este a oeste y cierra el término por el norte, a 89 kilómetros de la capital de la provincia y a 10 de El Barco de Ávila.
La población de este municipio, muy disminuida en los últimos años, medio millar escaso, se concentra en cuatro núcleos urbanos; Bohoyo, la capitalidad y tres pequeños anejos o barrios, denominados Navamediana, Navamojada y Los Guijuelos, todos ellos hábilmente ubicados en la campiña para aprovechar al máximo las condiciones naturales que el término ofrece relacionadas con las actividades agrícolas y ganaderas. bOHOYO Bohoyo es la cabeza y la capital del municipio. En él se centralizan, por tanto, todos los servicios municipales. Posee el honorífico titulo de Villa desde muy antiguo. No hay testimonio escrito que nos acerque al momento de su concesión, pero ya en 1487, el testamento de D. García Álvarez de Toledo, V Señor de Valdecorneja, primer Duque de Alba también, le nombra "Villa". Se halla situado en el centro de la ribera, en un rellano formado a los pies de las faldas montañosas, a kilómetro y medio del río Tormes. A su espalda queda la gran muralla montañosa de Sierra Llana y sus estribaciones, que le aísla de la comarca extremeña de la Vera; frente a él, la amplia y fértil campiña. El casco urbano, prolongado en diversas direcciones, forma un extenso e irregular espacio, de límites indefinidos que estrecha, a veces, entre sus brazos fértiles huertas, y por el oeste rebasa los límites del rellano saltando un pronunciado arroyo para formar al otro lado una populosa barriada. NAVAMEDIANA Navamediana está ubicado en la parte más oriental de la campiña, junto a los últimos pliegues de un largo cordal montañoso nacido del mismo corazón de Gredos, al borde de la ruidosa garganta que lleva su mismo nombre, en un paisaje de singular verdor y frescura, tejido con feraces huertas y jugosas praderas, festoneadas unas y otras, por abundante y añoso arbolado, en el que destacan nogales y robles centenarios. Las casas de recia y segura piedra berroqueña se apretujan en estrechas y descansadas calles bien pavimentadas. Dista de Bohoyo dos kilómetros y medio. Es el primer pueblo que encuentra el Tormes en su descenso en la margen izquierda. Cuenta en lugar céntrico con una pequeña ermita puesta bajo el patrocinio de San Antonio de Padua, a quien los fieles consideran custodio seguro de sus ganados. NAVAMOJADA Navamojada se halla al oeste de Bohoyo a unos mil ochocientos metros. La estética y el trazado de la edificación contrasta con su entorno natural. El pueblo muestra su modesta apariencia y su sencillo vivir en medio de un mar de frutales, en el que las huertas se acercan hasta las mismas casas acariciando sus muros con el ramaje de los manzanos cargados de aroma y color. El centro del pueblo lo ocupa una sencilla y humilde ermita dedicada a San Pedro Apóstol. Procede su fábrica de 1925, fecha en la que fue ampliada la que hasta entonces existía. A su alrededor hay un amplio espacio libre, la plaza, centro neurálgico del vivir cotidiano, que sirve tanto como pista para los juegos infantiles, como lonja para vendedores ambulantes, pista de baile en las fiestas, o simplemente, como lugar de encuentro y convivencia vecinal. La quietud de la vida aldeana se quiebra con el canto monótono y continuo de la artística fuente ubicada en la plaza y con el rumor melódico de las aguas del Tormes que corre a escasa distancia de la localidad. LOS GUIJUELOS Este es el más pequeño de los núcleos urbanos de Bohoyo. Levanta sus casas en la parte occidental del término, donde el terreno ha dejado de ser vega porque las estribaciones montañosas que descienden desde el Tormal en dirección noroeste se prolongan, más o menos escabrosas hasta mojar sus plantas en el río. Dista de Bohoyo cerca de cuatro kilómetros. Se asienta sobre un alomado altozano, por lo que dispone de un horizonte más amplio y abierto que el de los otros pueblos. Con su reducido caserío aparenta ser el paciente vigía de estas tierras bohoyenses. Cuenta con una ermita de recias paredes, la más antigua del municipio. El patronato espiritual la ejercen los mártires San Fabián y San Sebastián, y a ellos se dedica la fiesta local.
Integran el término municipal dos amplios espacios, bien diferenciados: la vega fluvial con sus tierras aledañas y una extensa zona montañosa cuyas alturas sobrepasan los dos mil metros de altitud. Participa, por tanto, de la dulzura y riqueza de una campiña fértil y ondulada y de las asperezas y encantos que la sierra de Gredos ofrece. La vega se extiende a lo largo del cauce del Tormes e intenta remontar los derrames de ladera que a ella llegan. Se halla fragmentada en pequeñas e irregulares parcelas, prados unas y huertas otras. Las próximas al río cuentan con un asiento muy nivelado, las demás se ordenan en rústico graderío formando pequeños bancales debidamente escalonados. Dispone de los aportes hídricos de dos gargantas y del propio río. Es una vega frondosísima, de exuberante vegetación. Los árboles de ribera, ordenados en “bosque galería” a lo largo de los cauces de agua o dispuestos sobre cierros y paredes de los prados, rivalizan con las plantaciones de frutales de las huertas. La zona montañosa está integrada por cerca de seis mil hectáreas de abrupta superficie. Dos gargantas de fuerte torrencialidad, que recogen las aguas de multitud de arroyos y torrenteras, forman con el Tormes, del que son tributarias, la red hidrográfica del municipio, de aguas frías y cristalinas. En las laderas inferiores, la presencia del roble melojo ocupa extensas áreas y forma un alargado bosque de límites irregulares, muy estable y de gran riqueza ecológica. Por encima del robredal predomina la vegetación arbustiva, constituida esencialmente por el piorno serrano. Después vendrán las praderas alpinas, de gran utilidad para la ganadería, y las grandes afloraciones rocosas, carentes casi por completo de tierra vegetal.
Tanto en la villa como en los anejos se han restaurado últimamente muchas casas antiguas y se han construido otros muchas. Como resultado, las viviendas ofrecen una imagen muy nueva, con todos los servicios hoy en uso y plenamente confortables. Las calles han mejorado igualmente, están convenientemente pavimentadas, algunas de ellas muy en armonía con su entorno . Pero se conserva también el tipismo de muchos de sus rincones, donde todavía pueden apreciarse los rasgos característicos de la construcción tradicional, tales como muros de mampostería de piedra asentada con mortero de barro, tabiquería de entramado a base de madera y adobes, aleros muy salientes y solanas o galerías de madera voladas sobre las líneas de las fachadas.
El monumento más hermoso y significativo de la villa de Bohoyo es la iglesia parroquial. Se alza airosa y esbelta en el centro neurálgico del pueblo. Es una construcción de finales del siglo XVI. Consta de tres partes esenciales: una elevada y robusta cabecera poligonal de traza gótica, debida a los maestros canteros Diego Martín de Vandadas y Miguel Sánchez, el cuerpo central o nave y la torre. Las tres partes ordenadas en línea recta según el eje del templo. Cuenta además, con un acogedor pórtico ubicado en la fachada meridional de la nave, más la sacristía y la casa rectoral adosadas al muro septretional. Los paramentos exteriores están construidos con sillares de granito delicadamente trabajados, salvo una pequeña superficie de la fachada occidental y los laterales del pórtico, que son de mampostería. Esta iglesia es el resultado de la ampliación y mejora que se llevó a cabo sobre otra iglesia preexistente. Se desconocen las características de la antigua. En 1458 ya existía (Libro de los veros valores del obispado de Ávila. Archivo de la iglesia catedral de Ávila). Probablemente sería de planta más reducida que la actual y de fábrica más pobre. El deseo de ampliarla y dotarla de una fábrica más digna impulsaría las reformas posteriores que han dado lugar al edificio actual. La construcción de la cabecera y capilla mayor está perfectamente documentada (Archivo Diocesano. Ávila. Legajo corto, caja 2, documento 20). Inicia los trabajos el maestro cantero Juan Gutiérrez, vecino de la ciudad de Ávila, oficial que fue del escultor y arquitecto Lucas Giraldo. En 1582 estos trabajos estaban paralizados. Desconocemos la causa de esta interrupción, pero pudo estar motivada por la muerte del maestro cantero, ya fallecido en esa fecha. El 23 de agosto de 1582 se firmaba en Ávila el contrato para “proseguir y acabar la obra de la capilla mayor que está comenzada y sea obligado a proseguir todas las paredes de la dicha capilla del grosor y tamaño que al presente están paradas”. Diego Martín de Vandadas y Miguel Sánchez, vecinos de la ciudad de Ávila fueron los maestros de cantería contratados para llevar a feliz término este proyecto. En el año 1588 se dio por terminada esta obra. Los maestros Bartolomé Moreno, vecino del lugar de Cardeñosa, y Juan Vela, vecino de la ciudad de Ávila, inspeccionaron el trabajo realizado y certificaron: “la obra está firme y fuerte y bien acabada, conforme a la traza y condiciones establecidas”. La capilla mayor era ya una realidad. Pero ¿en qué estado se hallaba el resto de la fábrica? Para contestar a esta pregunta no disponemos de ninguna referencia documental, contamos tan solo con el recurso de la observación directa de los elementos construidos. La parte inferior de la fachada occidental del templo presenta una pequeña superficie construida en mampostería, recrecida por sus lados y parte superior con sillares graníticos similares a los del resto de la nave. La torre del campanario, torre-puerta, que está construida con piedra de otra textura y calidad, poco seleccionada y con sillares únicamente en las esquinas y vanos, se adosa al muro de la iglesia por su parte inferior, la que coincide con la mampostería, pero sin integrarse en él. Por la parte superior, donde está el recrecido de sillares, ocurre todo lo contrario, es el muro de la iglesia el que se adosa a la torre. Estas características nos permiten situar en el tiempo a cada uno de estos elementos arquitectónicos. El muro de mampostería sería el más antiguo, probablemente el único vestigio que se conserva del templo antiguo. La torre del campanario se construiría más tarde, adosándola al muro ya existente. Y por último, en fecha posterior se haría el recrecido de sillares de esta fachada occidental como parte integrante del proyecto de levantamiento de toda la nave. Comparando la torre con otros campanarios similares de la comarca podríamos fijar su construcción a comienzos del siglo XVI. En el interior de la iglesia sorprende gratamente la amplitud de los espacios. Una nave espaciosa y elevada conduce a una grandiosa bóveda vaída, bajo la cual luce con esplendor un extenso y vistoso retablo de estilo churrigueresco de granes proporciones, muy esbelto; ocupa todo el fondo plano del ábside. Se compone este retablo de un zócalo de cantería, el banco, un cuerpo muy sólido, y el ático, ya más ligero. En el banco hallamos cuatro cuadros pictóricos sobre lienzo, bastante oscurecidos, iguales dos a dos. El cuerpo principal del retablo arranca con cuatro robustas columnas salomónicas que lo dividen en tres calles y enmarcan tres espaciosas hornacinas, limitadas por arcos de medio punto. La hornacina central, la más destacada y la de mayor amplitud, ubicada en un nivel superior a las otras dos, alberga una imagen coronada de Nuestra Señora de la Asunción en actitud de elevación hacia el cielo, acompañada de varios angelitos que flotan a su alrededor. En la hornacina de la derecha se asienta la imagen de san Pedro, y la del lado izquierdo, la de san Pablo. Bajo la hornacina que da cobijo a la Virgen, en un plano ligeramente adelantado, se halla el tabernáculo, muy hermoso, que exalta por encima de todo el misterio de la Eucaristía. El ático se cierra en semicírculo con dos quebraduras. Dos columnas, también salomónicas, pero de menor tamaño y grosor que las del cuerpo inferior forman otras tres hornacinas más pequeñas. La centra está ocupada por una representación de la Santísima Trinidad; en las laterales se encuentran dos efigies que parecen ser las virtudes de la Fortaleza y la Justicia. Este retablo se hizo siendo cura propio de la parroquia Juan Campero de torrecilla. Es obra del maestro tallista Juan de Solís, vecino de la ciudad de Ávila, realizado entre los años 1695 y 1698, Importó, según consta en el libro de fábrica de la iglesia, 283.747 maravedises La iglesia posee otros dos altares laterales, ubicados a derecha e izquierda junto a la balaustrada que cierra el presbiterio. El de la derecha alberga una imagen vestida de la Virgen conocida con la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, aunque, a veces, se la hace representar otros misterios de gozo y de dolor. La adquirió la parroquia en 1719. El altar de la izquierda lo ocupa una imagen de san Antonio de Padua, imagen muy bella y valiosa, de las más logradas artísticamente. Estos dos altares y sus respectivos retablos, idénticos en todo, son obra del maestro tallista José Manuel de Incera Velasco, vecino de la villa de Barrado, construidos en 1761. Otra imagen más de la Virgen que posee esta iglesia es la llamada Virgen del Rosario, imagen muy valiosa artísticamente, primorosamente labrada, una joya de esta iglesia. El municipio cuenta, además, con cuatro ermitas, una en cada núcleo de población, todas ellas de gran sencillez, pero con peculiaridades propios. La de Navamojada se reedificó y amplió en 1925. La de Los Guijuelos ya existía en 1561 al menos. La de Bohoyo, tras llevar más de veinte años arruinada, se reedificó también en 1880. Y la de Navamediana, de cuya existencia carecemos de datos.
Las fiestas patronales tratan de honrar al santo patrón de cada pueblo. Los Guijuelos la dedica a los Santos Mártires san Fabián y san Sebastián; Navamediana, a San Antonio de Padua; Navamojada, a San Pedro Apóstol, y Bohoyo, al Santo Ángel Custodio y a Nuestra Señora de la Asunción. En los últimos años, la participación de diversas peñas ha contribuido en gran medida a revitalizar y modernizar los festejos, armonizando la tradición con las nuevas tendencias musicales, sirviendo también para conservar y fortalecer las viejas relaciones de amistad y vencidad existentes entre los socios. De todas estas fiestas, la que alcanza mayor solemnidad y renombre es la dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, titular y patrona de la parroquia, que se celebra en torno al quince de agosto. Es fruto de la colaboración que se da entre el Ayuntamiento, la peña “Los Serranos” y otras entidades sociales de la localidad. Por otra parte, esta peña, al adoptar como uniforme festivo el traje que vistieron los abuelos, ha hecho posible un resurgimiento del traje regional. Y es todo un espectáculo contemplar el ir y venir de la gente luciendo estas antiguas prendas: los hombres camisa blanca bordada en la pechera, blusa azul, pantalón negro de pana y faja negra, esencialmente; las mujeres, manteo de vivos colores, picados o bordados, pañuelo de los hombros, variados y coloristas, delantal, faltriquera y la artesanal gorra de paja. En cuanto a la música tradicional, cabe resaltar dos tipos de canciones autóctonas de gran arraigo: las canciones de boda, cantadas exclusivamente con motivo de tales celebraciones, y la jota serrana, pieza esencial de las tardes de baile y de las noches de ronda, desgranadas al acorde de guitarras, bandurrias, almireces, calderillos, botellas granuladas, hierros y panderetas. Los aficionados a la caza y a la pesca tienen en esta tierra de Bohoyo unas posibilidades ideales para practicar ambos deportes.La caza mayor cuenta con dos especies de categoría: el jabalí y la cabra montés (capra hispánica victorae). El jabalí, que se ha multiplicado en estos últimos años, frecuenta todos los terrenos; la cabra montés, el animal más representativo de estas sierras, tiene su hábitat en la zona alta de la sierra, la zona más agreste y rocosa. Su presencia en estos escenarios de nieve y granito constituyen una belleza plástica difícil de olvidar. Los terrenos sobre los que vive, actualmente se hallan integrados en la Reserva Nacional de Caza de la Sierra de Gredos, que es quien establece la normativa de caza. La red fluvial que forman el Tormes y las gargantas que a él afluyen, con un lecho granítico y agua fría y cristalina, muy oxigenada, nacida de los neveros y manantiales de la sierra, constituyen el medio acuático donde vive la trucha común, una joya de la gastronomía regional.
La actividad artesanal cuenta con una larga tradición. En tiempos pasados tuvo gran importancia económica la artesanía de la madera (bancos, escaños, arcas, vasares, cantareras, etc), la de mimbre (cestos y cestas para diversos usos, forros para garrafas, aguaderas, etc), la de la paja de centeno (gorras, sombreros, ruedos, chozos de mampara, etc)., la del hierro y hojalata, la del cuero y la piel, etc. Hoy se intenta mantener la elaboración de los típicos sombreros que usan las mujeres para protegerse de la inclemencia del tiempo. Estos graciosos sombreros, llamados gorras, llevan alas sólo por la parte delantera, de oreja a oreja, dejando por detrás hueco para el moño. Van adornados con un cinturón de tela y un corazón de paño bordado en la parte delantera, enmarcado por filigranas de cordoncillo y airosos plumajes hechos con la misma paja.
La agricultura y la ganadería han constituido siempre los pilares básicos de la economía de Bohoyo. Una vega espaciosa y fértil, numerosos prados bien regados y una extensa zona montañosa, rica en pastos, lo hacen posible. Pastos, judías, las famosas judías del Barco, patatas y fruta (manzanas y peras esencialmente) han sido los productos más característicos y rentables de esta tierra. La ganadería contaba con rebaños ovinos, caprinos y bovinos. Los ovinos y caprinos prácticamente han desparecido de estos lugares, y con ellos ha desaparecido también la cultura pastoril que los acompañaba. La ganadería bovina se mantiene en un nivel productivo aceptable. La agricultura se encuentra hoy en un alarmante estado de regresión. El turismo, en cambio, comienza a manifestarse como una opción de futuro. Son muchos y muy diversos los atractivos que ofrece la tierra de Bohoyo de cara a la actividad turística. Ubicada en un valle de gran hermosura, cuenta con una vega de exuberante vegetación y una zona montañosa colmada de todos los valores propios de la sierra de Gredos. Los amantes de la naturaleza encontrarán mil motivos de satisfacción cualquiera que sea el camino que tomen. Ríos trucheros, lugares de baño, parajes de alta montaña, lagunas glaciales, caza mayor, paseos ecuestres, pueblos sencillos dotados de en encanto especial, restos arquitectónicos de viejo sabor, cientos de huertas colmadas de frutales y hortalizas que son auténticos vergeles. Y no se agota la oferta turística con la naturaleza, el visitante encontrará también valores histórico-artísticos importantes. La estructura que ha de posibilitar el desarrollo turístico empezó a despegar hace pocos años, bajo la iniciativa privada. Dos bares en el casco del pueblo, dos modernos y lujosos restaurantes ubicados en plena campiña, ambos en parajes de singular belleza, atienden los servicios de restauración. El Real de Bohoyo es una pequeña urbanización ya con varios años de andadura. Responde a un estilo de carácter popular realizada con materiales de gran calidad. Está compuesta de 21 viviendas, gran parte de ellas apartamentos en alquiler. Seis se integran en la oferta de turismo rural que hace la Diputación de Ávila por medio de la Fundación Cultural Santa Teresa a través de la Central de Reservas Casas de Gredos. En esta misma urbanización se construye actualmente un lujoso hotel de cinco estrellas, una clara apuesta por el futuro. Y está próximo a su inauguración un Centro de Interpretación de la Naturaleza, ubicado a los pies de la sierra, en un paraje de extraordinaria belleza natural. Jóvenes y muchachos se sienten también atraídos por el encanto de esta tierra. Apenas se traspasa el umbral veraniego, diversas organizaciones juveniles montan sus ciudades de lona en los prados ribeños y los pueblan de muchachos y muchachas. Allí, en contacto con la Naturaleza, pasarán unos días que resultan trascendentales para su formación. La característica más notable de la cocina tradicional de Bohoyo es la sencillez de su elaboración, a la que podríamos añadir la calidad de los productos que utiliza. Gozan de fama por su calidad y ternura las judías de la tierra, guisadas con morro, oreja, chorizo o bacalao. En cuaresma no falta un buen potaje. En verano, las tiernas judías verdes, que saltan directamente de la huerta a la cocina. En todo tiempo, las sopas de pastor y las patatas revueltas o machaconas acompañadas con una buena ración de torreznos. En Pascua, el hornazo. En carnes, lo más típico es la caldereta de cordero hecha en caldero de cobre, cabrito en cuchifrito y las chuletas a la brasa. Las truchas, ya sean del Tormes o de las gargantas, se reservan para paladares selectos. En la matanza, las migas, las salchichas, las “moragas”, las morcilla de sangre, el lomo envuelto, los “peros” fritos en manteca y otros platos semejantes, hacen las delicias de los comensales. Los productos elaborados esos días de matanza, como salchichón, chorizo, panceta, jamón, etc., constituyen una sabrosa y valiosa reserva a la que se acude a lo largo del año. En cuanto a dulces, se lleva la palma el roscón, un deleitoso bizcocho presente siempre en todo tipo de celebraciones. En carnaval abundan los huesillos. Y no faltan nunca las rosquillas, los mantecados, las perrunillas y las magdalenas.
La tierra de Bohoyo, regada por las aguas cristalinas del Tormes y de dos gargantas que bajan del mismo corazón de Gredos, reúne espacios naturales tan variados y de tanto valor ecológico y paisajístico que constituye una delicia para los amantes de la naturaleza y de la vida rural. Todo el término se halla comprendido dentro del ámbito geográfico del Parque Regional de la Sierra de Gredos. Los contrastes altitudinales que se dan, la estructura de los suelos y la variada orientación de las laderas, unas de umbría, otras de solana, junto a otras exigencias del medio, hacen de este lugar una suma de ambientes y ecosistemas diversos a cual más interesante, cada uno con sus especies animales y vegetales genuinas. La comunidad vegetal es de gran riqueza y extraordinaria variedad. En las laderas de la solana destacan las encinas. En las de umbría, el robredal, el pinar de repoblación y el piornal. En las huertas , los frutales, esencialmente el manzano. En los bosques de galería, tan abundantes, se entremezclan alisos, sauces, fresnos, abedules, nogales, y algunos acebos. En el sotobosque, masas arbustivas muy variadas. En todas partes cientos de pequeñas plantas de infinidad de especies, bordeando caminos y acequias o tapizando extensas superficies con sus flores multicolores. La primavera es una eclosión de vida y de color. El otoño una mezcolanza de colores de gran espectacularidad: el oro de los chopos, los ocres del robredal, el verde de las praderas… Al abrigo de las formaciones vegetales vive y pulula una fauna rica en especies e individuos. Variadísimas especies de aves, grandes rapaces, comadrejas, zorros, jabalíes… y las más representativas de esta tierra, la trucha común en el rió y en las gargantas y la cabra montés en las zonas serranas más agrestes. Para disfrutar de todo este cúmulo de recursos naturales cualquier camino que se tome resulta atrayente. En todos ellos, la Naturaleza sale el encuentro intacta y radiante, como recién salida de las manos del Creador. Los caminos que recorren la ribera son caminos de tierra, zigzagueantes, de firme irregular, entre cultivos o bajo el arbolado, heridos por las aguas salvajes unas veces y acariciados otras por las corrientes que fertilizan prados y cultivos. A cada paso surge la sorpresa, lo imprevisto: un arroyo, una cascada, una culebra que cruza el camino, un pajarillo que en su nido alimenta a sus tiernos polluelos, unas ranas que se zambullen en la charca…!Toda una gozada! Los caminos que se adentran en la sierra son también diversos, como diversas son las dificultades que ofrecen . El senderista puede elegir el recorrido que mejor se adapte a su medida y antojo. Sin embargo, queremos destacar los dos más clásicos, ambos con un gran historial en su haber: el que asciende por la garganta de Bohoyo y lleva al Almanzor y a otras cumbres de su entorno, y el que a través de Sierra Llana conduce a Madrigal de la Vera, en la vertiente sur de la sierra. La dificultad de estos itinerarios es muy fuerte, siendo grande también el desnivel que tienen que salvar. Exigen preparación física previa y experiencia en la montaña, pero el esfuerzo exigido queda compensado ante la contemplación de tanta belleza serrana. El vuelo de las grandes rapaces, las correrías de la cabra montés, enormes masas rocosas, pedreras, cuchillares, cascadas, arroyos despeñados y todas las huellas dejadas por el glaciarismo son algunos de los elementos que forman tan interesante paisaje.
El primer texto conocido que hace referencia a Bohoyo data del 12 de mayo de 1330. En esta fecha, el monarca Alfonso XI, de acuerdo con sus oficiales, establece un ordenamiento para la ciudad de Ávila a fin de evitar los disturbios que le habían denunciado. Uno de los mandatos contenidos en este ordenamiento obligaba al obispo de Ávila a renunciar a sus aspiraciones sobre Bohoyo, Horcajo y Zapardiel de la Ribera: “Et otrosí manda nuestro señor e tiene por bien que Buenfoyo e los Forcajos e Çapardiel , que son en Valdecorneja, en término de Ávila, e que falla que son sus aldeas de Ávila e manda al obispo que las tiene que ge las dexe desembargadas”. (Documentación Medieval de la Extinguida Universidad y Tierra de Ávila. Volumen I. Carmelo Luis López y Gregorio del Ser Quijano). El mismo Alfonso XI concede el Señorío de Valdecorneja a D. Alfonso de la Cerda por un privilegio rodado fechado en 1331, excluyendo de su ámbito jurisdiccional la aldea de Bohoyo porque ya se la había dado a su fiel camarero Fernando Rodríguez Pecha. En 1401, el biznieto de Rodríguez Pecha, Iñigo López de Valdés, vendió el Señorío de Bohoyo por cuatro mil ducados de oro del cuño de Aragón a D. García Álvarez de Toledo, III Señor de Valdecorneja, “con todos sus términos e tierras e vasallos e con todas sus pertenencias, e con todo el señorío, e la justicia cevil e criminal, alta e baxa, e con el mero mixto imperio e con todos los derechos e pechos e rentas e tributos e fueros e usos e costumbres...” Autorizó y confirmó esta venta el Rey Enrique III por un privilegio fechado en abril de ese mismo año. La dignidad de villa la ostenta Bohoyo al menos desde mediados del siglo XV. El año 1445 se reúnen en La Horcajada los regidores de las villas de Piedrahita, Barco de Ávila, El Mirón, Bohoyo y La Horcajada para hacer el reparto del segundo pedido del Rey. El acta que recoge los importes que corresponden a cada villa señala: “Copo a la villa de Bohoyo quatro mill e seiscientos e noventa maravedíes. IIIIMDCXC.” En 1448 murió D. García Álvarez de Toledo, V señor de Valdecorneja, I Duque de Alba y también Señor de Bohoyo. La partición de su herencia trajo desavenencias entre sus hijos D. Fadrique y D. García, motivadas por la distinta interpretación que hacían de las disposiciones testamentarias de su padre. Tras diversos estudios e intervenciones realizados por expertos y letrados ambos hermanos convinieron que D. Fadrique, el primogénito, gozara del Señorío de Valdecorneja y diera a su hermano “trescientos vasallos en las villas de la Forcajada y Bohoyo, con sus tierras e términos e jurisdicción civil e criminal”, más 240.000 maravedises de renta sacados de otros heredamientos. El resultado de este conflicto familiar trajo, por tanto, entre otras cosas, el nacimiento de los Señoríos de Bohoyo y La Horcajada independientes del Señorío de Valdecorneja. Como señorío independiente, Bohoyo tuvo sucesivamente cuatro Señores: D. García Álvarez de Toledo, I Señor; D. Fernando de Toledo, II Señor; D. Antonio de Toledo y Lima, III Señor, y D. Antonio de Toledo y Dávila, IV Señor, todos ellos con residencia habitual en La Horcajada. D. Antonio de Toledo y Dávila fue elevado a la dignidad de marqués, I Marqués de Bohoyo, por concesión del monarca Felipe III. La Real Academia de la Historia sostiene que él sí se atribuyó esta concesión, pero que no hay constancia histórica de ella. Murió en Madrid en 1631 sin dejar descendencia. Pedro de Alvarado, escribano del Rey, da testimonio de su muerte: “...hoy día de la fecha de este domingo, entre diez y once de la noche, he visto muerto al Sr. D. Antonio de Toledo, Marqués de Bohoyo, Mayordomo de la Reina, nuestra Señora, caballero del hábito de Alcántara, a quien doy fe reconocí...” Su muerte planteó un nuevo conflicto sucesorio. Aspiraban a sucederle en sus estados D. Manuel de Porres Vozmediano y Toledo, sobrino carnal, hijo de su hermana Mariana, y el Duque de Alba, Antonio Álvarez de Toledo y Beamout, hijo de un primo tercero. La Real Chancillería de Valladolid, que entendió del asunto, sentenció en 1636 a favor del duque de Alba. Fundamentó esta sentencia en que, tanto el mayorazgo de Bohoyo como el de La Horcajada, habían sido creados como mayorazgos de agnación, de varonía, es decir, que sólo los varones estaban llamados a la sucesión, las mujeres estaban excluidas. De esta forma, Bohoyo y La Horcajada perdieron la independencia que poseían como señoríos y quedaron agregados al Señorío de Valdecorneja, bajo el gobierno del Duque de Alba. En 1802, Bohoyo se vio involucrado en un nuevo pleito sucesorio, Ese año moría la Duquesa de Alba, Dª María Teresa del Pilar Cayetana, sin dejar descendencia. El Ducado de Alba fue heredado por Carlos Miguel Fitz-James Stuart Silva Álvarez de Toledo, Duque de Berwick, hijo de un primo segundo. Valdecorneja, por ser de concesión de Enrique II y haber sobrevenido una traslineación o quiebra en la línea recta de sucesión, revertió a la Corona, conforme establecía la legislación vigente. La autoridad real que asumió la gobernación de Valdecorneja, lo hizo también de la villa de Bohoyo, de la que tomó posesión el 21 de noviembre de 1804, así como de otras propiedades que gozaba la Casa de Alba. El Duque de Berwick recurrió a los tribunales en defensa de esas propiedades que el estado le había usurpado. La sentencia del Real y Supremo Consejo de Hacienda, fechada en 1816, reconoció que Bohoyo era independiente de Valdecorneja, adquirido por compra directa, no por merced de Enrique II, y que, por tanto, no estaba sujeto a la reversión, por lo que tuvo que ser devuelto al Duque de Alba con los frutos y rentas que había producido en esos años. En 1837 quedó suprimido definitivamente en España el régimen señorial y se estableció una organización territorial basada en la uniformidad administrativa, regida por un cuerpo de leyes de aplicación general a todo el territorio. Bohoyo dejó entonces de ser villa eximida con jurisdicción propia y quedó integrado en la jurisdicción del partido judicial de El Barco de Ávila
Además de los actuales anejos, esta villa de Bohoyo tuvo en siglos pasados otros dos : Navamediana de Abajo y El Aguijón.
Navamediana de Abajo, como entidad diferenciada de Navamediana de Arriba (el actual Navamediana) está bien documentada. En los testimonios notariales de la época, lo mismo que en las anotaciones de los libros parroquiales, cuyos primeros escritos arrancan de los años finales del siglo XVI, las personas en ellos citadas residentes en estos lugares son identificadas siempre como vecinos de Navamediana de Arriba o vecinos de Navamediana de abajo, según procediese. En algunas ocasiones se recurre al término genérico de “las Navamedianas” o “Navasmedianas”. Es a partir de 1802 cuando estos topónimos dejan de aparecer en los libros parroquiales, sustituidos en los años siguientes por el término Navamediana. Esta circunstancia nos induce a pensar que Navamediana de Abajo debió de quedar despoblado en torno a este año de 1802. Sus habitantes se irían reagrupando en Navamediana de Arriba, nombre que pierde desde esa fecha el especificativo “de Arriba”, por no ser ya necesaria ninguna diferenciación, quedando únicamente Navamediana, la actual denominación.
El Aguijón estaba ubicado a unos mil metros al noroeste del casco urbano de Bohoyo, donde el camino que viene de Navamojada empalma con el que baja de Bohoyo, el antiguo camino real que llevaba a El Barco de Ávila vadeando el río, en el paraje denominado Ahijón. La mayor parte de su solar estaba constituido por lo que hoy llamamos Corrales del Ahijón, que es, como su nombre indica, un conjunto de corrales, sin ninguna utilidad actualmente, pero que en tiempos pasados sirvieron como encerraderos de ganado en determinadas épocas del año. Los testimonios que se conservan de la existencia de este anejo son menos que los referidos a Navamediana de Abajo. La fuente informativa más precisa se encuentra también en los libros parroquiales. El topónimo Aguijón hace referencia al emplazamiento que ocupó el poblado, sobre un altozano rocoso de contextura de fácil disgregación, que sobresale ligeramente de la tierra circundante. Después han prevalecido los términos Ahijón y Aijón, lo que parece una deformación de Aguijón. La primera referencia conocida que se hace de este lugar data de 1494. En ese año, el 23 de agosto, el concejo de Bohoyo, representado por sus dos alcaldes, Pedro Gutiérrez del Egido y Antonio Fernández del Ayjón, convienen con D. García Álvarez de Toledo, titular del Señorío y Mayorazgo de Bohoyo, la explotación de los pastos, montes y aguas, por parte de los vecinos, a cambio de una renta de catorce mil maravedises anuales. El apelativo de este Antonio Fernández “del Ayjón” alude claramente a su lugar de origen, la aldea de El Aguijón o Aijón. El último testimonio que nos muestra al anejo de El Aguijón como lugar habitado, lo encontramos en el libro de cuentas de la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús, el número setenta del fondo documental de la parroquia de Bohoyo en el archivo Diocesano de Ávila. 1588-1706. En este libro se halla una relación de todos los hermanos cofrades agrupados según los pueblos donde residían, fechada en 1588. Pues bien, la relación de los cofrades residentes en la villa incluye a “Catalina García, hija de Francisco García, vecino del Aguijón”. Y la relación de los cofrades domiciliados en El Aguijón recoge los nombre de cuatro matrimonios, más los de siete varones y doce mujeres, de los que no se indica su estado, veintisiete cofrades en total. En una nueva relación formulada en 1601 figuran cinco matrimonios, un varón y tres mujeres, total catorce personas. A esta relación siguen en el referido libro, los asientos de los nuevos cofrades que se fueron incorporando a la cofradía en los años siguientes. En ninguno de estos asientos aparecen ya cofrades residentes en El Aguijón. Como tampoco aparecen en otra lista semejante de la cofradía de la Vera Cruz fechada en 1604, ni en ninguna otra lista posterior o libro parroquial. Se conservan otros diversos testimonios que hacen referencia a vecinos de El Aguijón. En 1582, por ejemplo, se formalizó el contrato para proseguir las obras de construcción de la capilla mayor de la iglesia parroquial, cuyo inicio había tenido lugar unos años antes bajo la dirección del maestro cantero Juan Gutiérrez, pero que en este año de 1582, tras el fallecimiento de dicho maestro, estaban paralizados los trabajos. Este contrato está firmado por parte de Bohoyo, por el cura, los alcaldes ordinarios y diversos vecinos, entre los cuales figura Juan Sánchez el Mayor, “vecino del Aguijón”. En las relaciones de “encomendaciones” de padrenuestros y avemarías que rezaba la cofradía de la Vera Cruz ante el monumento en la noche del Jueves Santo, figura también Domingo Sánchez Corihuela, “vecino del Aguijón”. Domingo había dotado económicamente el rezo perpetuo de uno de estos padrenuestros. No nos consta la fecha de esta dotación, pero su nombre se repite año tras año en la celebración eucarística de aquella noche santa. María Díaz fue otra mujer vecina del Aguijón cuya memoria se ha mantenido viva en los libros parroquiales a lo largo de toda la Edad Moderna, debido a la fundación piadosa que hizo a favor de la iglesia parroquial. María Díaz, “vecina que fue del lugar del Aguijón”, según leemos en el “Libro de Becerro” de la iglesia parroquial, creó con sus bienes un vínculo a favor de la iglesia parroquial y del curato. La iglesia recibió de ella cinco pequeñas huertas linares, siete tierras centeneras, dos prados de regadío y dos prados de machío. Las dos terceras partes de los rendimientos de esta donación los dio a la iglesia parroquial. El tercio restante lo reservó María para el curato, cuyo titular asumió la obligación de celebrar dos misas anuales en sufragio del alma de la donante. El curato, además, fue objeto de una segunda donación: dos fanegas y tres celemines de trigo anuales cargados sobre otras siete fincas que recibieron los herederos de María, con la obligación de que el cura dijera otras seis misas en cada mes de septiembre aplicadas por la misma intención. A la vista de cuanto antecede, podemos arriesgar algunas conclusiones sobre la existencia de este poblado. Su origen nos es desconocido. Pudo comenzar como asentamiento de pastores ya en los años finales de la Edad Media. Su vecindario siempre debió de ser reducido. El despoblamiento hay que situarlo en los primeros años del siglo XVII. Las circunstancias concretas del abandono de la aldea también nos son desconocidas. No parece deberse a ninguna crisis demográfica local, responde más bien a un proceso de racionalización y redistribución del poblamiento dentro del municipio.
Más información sobre estos despoblados en DESPOBLADOS EN LA COMARCA DE EL BARCO DE ÁVILA, de Jesús Antonio González Calle.
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